Las relaciones paterno-filiales tienen ciertos ingredientes que permiten a la literatura ahondar en sus orígenes, conflictos y resoluciones.
Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) publicó una nouvelle que desde el título avisa de un protagonismo inmenso de la figura paterna, adquiriendo tintes del titanismo clásico por el que conocemos, entre otras características como la de querer devorar a su camada, al dios aludido con el mismo nombre.
Las Saturnales era una fiesta romana en la que elementos como la luz y las plantas eran fundamentales así como la relajación de las costumbres -propias de toda fiesta-: Saturno era el dios de las cosechas, de lo que crece y vive y se regenera cada año, ofreciendo frutos, alimento y bienestar a las personas.
Con todo esto sobre la mesa, Halfon decide que esa luz será oscuridad, la regeneración, muerte y la fiesta de la comunicación literaria, así, se transforma en una celebración de la intimidad más oscura por todo lo alto: conoceremos decenas de figuras literarias, fobias y tragedias en torno a ella.
La dificultad, superada con creces por el escritor, estriba en que en tan poco espacio -apenas 70 páginas- logra transportarnos mediante un leve y sutil hilo narrativo por el pensamiento y la (in-)acción de un narrador inestable, atractivo y que nos emociona hasta el extremo en alguna ocasión en que recuerda, ya que la memoria resulta imprescindible para la historia, cómo fue la conversación con su progenitor, cuál fue la frase que este lanzó y acertó a clavar en su hijo o la opinión que el hombre maduro tiene sobre la actividad literaria del joven inexperto en la vida.
Aparte de reiteraciones que nos introducen en una lectura profunda que nos sitúa al lado del narrador, -es decir, no estamos por encima, no nos creemos por debajo de él- lo que insinúa Halfon con un hermosos paralelismo es que la creación convive en lo materno y la destrucción en lo paterno, lo masculino como símbolo guerrero y el femenino como creador, que transforma así la violencia en lengua: nuestro narrador entonces repasa entre memoria y voces que acuden en su ayuda a tantas escritoras cuya historia acaba en tragedia, a tantos escritores que decidieron trasegar el otro lado tras terminar de escribir este, vivir aquí, soportar la carga que sus mentes insistían en que significaba la vida, un día y otro y otro.
La calidad del texto es alta y su contenido -la forma de expresarlo- recuerda a esos libros impuros de género, difusos para poder venderlos como -aunque lo sea- novela corta, novela, cuento largo… recuerda a la literatura en estado primitivo, esas historias sobre historias contadas por personajes que existieron, mujeres y hombres con los mismos problemas que el resto de sus congéneres pero con la capacidad de administrar la delicadeza exacta a sus conclusiones sobre la vida y la muerte, el padre y la madre, la literatura y la existencia.
Un libro plagado de voces que se solapan, insisten, repiten, dialogan y discuten.
Un verdadero héroe, interrumpe otra, es aquel que logra rebelarse contra la autoridad del padre.
Una selección magnífica de elementos narrativos -narrador, punto de vista, objetivos, refuerzos estilísticos, historia literaria- que nos conducen hacia la experiencia estética, la emoción, la curiosidad y el disfrute.