Los 33 sueños de Juan Carlos Garvayo

De la web de Nazarí

Publicado en la Editorial Nazarí, en 2015, 33 sueños es uno de esos libros en los que el género está definido por la (carga de) profundidad que el mensaje va posando en nuestro subconsciente: nunca mejor escrito, pienso ahora, pues en el libro el líquido, el agua, Nemo, 20.000 leguas de viaje submarino, Verne y esa especie de derramamiento por el que aparece la belleza, la muerte y la música, son elementos que funcionarán en todo el poemario.

 Decía que el género poético, gana un adepto cuando el mensaje es profundo, ambiguo y resuena en nuestro interior más allá de una primera lectura: prueba superada para Garvayo, pues si unos poemas emocionan, otros preocupan, aquellos interesan, estos encogen el corazón. Es decir, que por ahora, el libro puede ir defendiéndose solo.

 Después, cómo no, las referencias. Además de Verne, que sirve como excusa para iniciarnos en esos ritos acuáticos -somos agua y vivimos por ella- pienso en Lovecraft, Aleixandre, Lorca, Breton… y (¿Burroughs… Castaneda?) no sé por qué en Artaud: imagino que hay una parte de la locura del francés que aporta algo conocido en mis recuerdos, algún sueño de Garvayo, alguna reflexión inacabada.

 Pienso que Garvayo, como todos nosotros, conoce cine y literatura de nuestro tiempo donde se someten la actividad inconsciente a la pantalla o la página: 8 1/2 de Fellini o La celda (por nombrar los extremos y tener algo gráfico en la cabeza) o alguna novela o cuento o poema donde el autor se deje llevar por el subconsciente y los símbolos, pesadillas/sueños recurrentes, anécdotas u obsesiones fluyen, surgen y nos violentan el descanso: bien, el caso es que Garvayo -tras una relectura de sus poemas- se ha comedido. Me explico.

 Como Andrés Ibáñez dice en el prólogo, el libro está plagado de contrastes y de una poesía «intelectual» -para darle vueltas al magín- «instintiva» -se reflejan mis pupilas en hechos de espejos reconocibles y oh, me muevo bien entre los versos y vuelvo atrás y empiezo por el final porque es algo conocido o no, pero no incómodo- y «violentamente apasionada»: y estoy de acuerdo con el prologuista pero ¿qué habría pasado si el músico y poeta hubiera ido más allá? Ahí dejo esa pregunta, sabiendo que lo sutil es más bello, pero el ansia de leer experiencias oníricas es la que es en mí: ciclópea.

 Cito unos versos:

 Construir una casa

en medio del mar.

Fundar los cimientos

en las profundidades.

Alzar los muros

hasta la superficie

y allí vivir absorto,

conversando con los vientos

preñados de cielo.

 El Sueño XXVIII parece predecir los dioses de Lovecraft, pero es solo un ejemplo. Del sueño XXVI recojo unos versos hermosos sobre la venida de la muerte, como son:

Regresó tantas veces, que llegué a acoger

su juego con ternura. Cuando la acaricié,

mudó su piel áspera y desapareció para siempre.

 El Corazón de la forma, el centro del centro, las espirales -por cierto, Sueños V y XXXII, Manual de espirales I y II respectivamente, nos darán idea de qué necesita comunicar Garvayo- los ascensos y descensos, los perros que aparecen y las escalas… me daban por pensar leyéndolo en Piranesi y Escher, Brueghel y el Bosco, y a Magritte o Michael Hussar pero ya digo, impresiones personales pictóricas, porque ya comenté que el poeta es comedido y si hay algo que nos descoloca es la fuerza de las imágenes pero no el derrumbe de nuestra esperanza, ni por supuesto el léxico utilizado: insinúa más que cuenta, que es una acierto siempre -lo único que como lector, y a título personal, me gustaría leer alguna pesadilla más del autor.

 El Sueño XI es de lo más misterioso, que es como no decir nada, habrá que releerlo y el Sueño XIV es de los que marcan el libro, los ritos, las empresas divinas y que irán construyendo la memoria, el inconsciente colectivo.

 El Sueño XIX es un juego con el lector que sigue siendo activo, e imagina las preguntas que el autor se dedica a contestar.

 En fin, ejemplos, ejemplos… el maestro Garvayo realiza una interesante incursión en la poesía, disciplina hermosa y musical, de sueños y palabras profundas: él, que imagino que posee un privilegiado oído por (de)formación profesional, nos regala 33 sueños cargados de significado, simbolismo y necesidades: como la vida misma y la muerte, como la vigilia y su reverso, solo leyéndolo, solo palpando esas superficies a veces olvidadas, como se dice en el prólogo, esas sedas o erizos que se nos clavarán en la lengua o el costado, podremos consentir en nuestra realidad: porque el sueño, los sueños son la otra realidad, quizá la realidad donde mejor nos conocemos, aunque a veces nos cueste reconocerlo, y libros como el de Garvayo nos recuerden zonas que tardamos demasiado en revisitar.

De http://www.katarinagurska.com
Los 33 sueños de Juan Carlos Garvayo

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